El mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año se titula “Silencio y Palabra: camino de evangelización”, haciendo énfasis el pontífice, en la importancia del silencio en el proceso de comunicación.
Ciertamente, es en el silencio que complementa la palabra, como afirma el Papa, donde “escuchamos y nos conocemos a nosotros mismos”, donde podemos recibir la palabra del otro para meditarla y –punto importante para nosotros cinéfilos- donde podemos contemplar al hermano, a la naturaleza y al mismo Dios.
He ahí la importancia del silencio al contemplar una película, escuchando lo que el film, ya siendo algo completamente diferente al autor, nos dice, permitiéndole cuestionarnos en los diferentes aspectos de la vida personal y social. Así, para aprovechar la ocasión de esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, presentamos algunas películas ante las cuales el silencio permite que se presenten “la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona”. En estos filmes, dicho sea de paso, la experiencia del espectador le remite a la escucha de la voz de Dios que se presenta de manera velada en medio de la obra cinematográfica.
La expresión en el cine mudo
Descubrí la grandeza del cine mudo con la película La Pasión de Juana de Arco (Dreyer, 1928), donde María Falconetti representa con gran expresividad a la santa francesa. La ausencia de la palabra hablada se ve sustituida por los clásicos cartones representativos del cine insonoro. Estos textos, tomados en su mayoría de los archivos del proceso de la santa, dan algunas pautas para contextualizar las actuaciones. Sin embargo, los primerísimos planos utilizados por Dreyer junto al juego de claroscuros del blanco y negro, así como gestos y rostros llenos de sentimientos profundos, son suficiente para sumergirse dentro de la historia. No podemos dejar pasar en la versión en DVD de esta obra maestra, la música que le acompaña, “Voces de Luz” de Richard Einhorn, la cual ayuda a crear el clima necesario para penetrar en la interioridad de la santa.
Algunas escenas identifican el sufrimiento de Juana con el de Jesucristo, resonando como un eco en el interior del espectador. Allí, “en el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo”, la propia vida que se suma a la ofrenda de Cristo crucificado.
Un silencio que transforma
Bangladesh (Orbegoso, 2011) es un cortometraje de apenas 8 minutos, en los cuales el espectador atento es capaz de pasar del interrogante a la risa y llegar al silencio profundo donde los propios valores se ven cuestionados. La experticia actoral de Mariaca Semprún y Sócrates Serrano, quienes transmiten todos sus pensamientos y sentimientos con una mirada, se complementan con la inocencia de los niños Cristóbal Lamas y María Carolina Maldonado. Palabra, silencio y expresión se conjugan para tocar el alma del espectador. A las contundentes palabras de Natalia, la niña interpretada por Maldonado, “Si yo me equivoco hay una gran diferencia, sólo los dos lamentaremos ese error. Lo bueno es que ustedes al igual que nosotros tenemos toda una vida por delante para volver a comenzar” y un par de frases más, sigue un silencio de cuatro minutos, con cambios de cámara, donde la oración, la reflexión, el arrepentimiento y la alegría se hacen presentes. Este silencio es más elocuente que todas las palabras dichas en la obra, cuya “contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva”. Ese silencio nos remite a lo más profundo de la vocación personal y en escasos minutos tenemos la oportunidad de evaluar la propia respuesta al llamado del Amor Divino.
Un espejo para el alma
Los dibujos animados siempre divierten y nos trasladan a mundos imaginarios donde lo imposible se crea en la fantasía. El divertido ogro verde Shrek en su última película Shrek para siempre (Mitchell, 2010), nos invita a pensar sobre esos momentos en los cuales la actitud de renegado se hace presente en la vida para echarlo todo a perder. Allí aparece Rumplestiltskin como un pequeño demonio capaz de cambiar todo para el supuesto bien del simpático protagonista. El juego de colores llamativos, la música y el juego de mundos tenebrosos y luminosos, llevan al verde protagonista a valorar su verdadera historia y a agradecer por ella, así como a escoger las palabras con cuidado para expresar lo que realmente está en la profundidad de su alma y no en el furor del momento.
En ocasiones los evangelizadores pasamos a encarnar al ogro verde, por lo que al ver esta película debemos recordar las palabras de Benedicto XVI: “Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización: silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo”.
Son muchas más las películas que pudiéramos citar en esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, pero ya el espacio se nos termina. Por eso, dejo una muy corta lista de filmes recomendados para estos días, donde el silencio se hace protagonista y portavoz de Dios: El Gran Silencio (Gröning, 2005), El Camino (Estévez, 2010), Samuel (Lucena, 2011), Patas Arriba (García Wiedemann, 2011) y El Manzano Azul (Barrera, 2012) entre muchas otras más.